Las Ciudades-Estado
La Grecia Antigua no era un solo país, sino una serie de ciudades-estado con autonomía gubernamental. De hecho nuestra palabra moderna “política” viene de “polis”, el vocablo griego para las ciudades-estado. Floreciendo en la Era Arcaica (800 a.C. - 300 a.C.), estaban fundadas sobre el principio de ciudadanía, con derechos y privilegios diferentes para los ciudadanos varones, las ciudadanas mujeres, sus hijos, residentes extranjeros y esclavos. Todos los ciudadanos varones, no importa lo pobres que fueran, tenían derechos políticos.
Las tres ciudades-estado más poderosas eran Atenas, Corinto y Esparta. La principal de éstas era Atenas, la cuna de la cultura y la democracia y famosa en todo el mundo antiguo por su belleza física.
Esparta, en el Peloponeso al sur de Grecia, era la rival de primer orden de Atenas. Tenía un temido poder militar, con la mejor infantería del mundo griego; no es de extrañar si se piensa que todos los niños eran arrancados de sus madres a la edad de siete años, para ser sometidos durante trece años a un rudo entrenamiento militar. Los espartanos desfavorecían la cultura y la belleza por una existencia “espartana” de simplicidad y resistencia.
Corinto edificó su riqueza en la manufactura y en el comercio marítimo. Era conocida en todo el mundo antiguo como el centro del lujo y del divertimento para los ricos, quienes se congregaban para visitar a las prostitutas sagradas del Templo de Afrodita.
Sistemas de Gobierno
Antes del nacimiento de la democracia, la mayoría de las ciudades-estado estaban gobernadas por aristocracias, que en griego significa “gobierno de los mejores”. El poder era repartido entre un pequeño círculo de hombres provenientes de familias nobles.
Sin embargo, para el 600 a.C., había emergido una clase media. El comercio los había enriquecido y las mejoras militares les habían otorgado fuerza; pero ellos también querían poder. En algunas de las ciudades, incluyendo Corinto, la clase media se levantó y expulsó a la aristocracia en favor de dictadores que fueron conocidos como los Tiranos. En otras partes, se dieron cambios más pacíficos a medida de que las aristocracias admitieron a la clase media dentro de la asamblea de gobierno. Estas se dieron a conocer como oligarquías, o “gobierno de unos pocos”. La más ferviente de estas oligarquías fue Esparta.
Sin embargo la gente de Atenas tenía una idea diferente y, a fines del 500 a.C., se instauró la primera democracia o “gobierno de la gente”. Las ondas de esta revolución se hicieron sentir a lo largo de todo el mundo antiguo, y todavía hoy en día sobreviven. Sin un gobernante individual, la asamblea pública conformada por hombres ciudadanos, se reunía 40 veces al año para votar en las decisiones de estado. La agenda era establecida y los decretos eran llevados a cabo por un concejo de 500 personas, escogidas en grupo para servir uno cada año.
Aristóteles concebía el Estado como una asociación de hombres libres que reconocen un mismo gobierno y que pueden reunirse en asambleas, estimando no ser viable aquel que tuviera más de 10 mil ciudadanos. En lengua griega la palabra polis significaba, a la vez, ciudad y estado.
Las nuevas colonias también se convirtieron en polis políticamente independientes de la metrópoli (polis madre), pero mantuvieron estrechos vínculos religiosos, económicos y culturales. Estas colonias fueron uno de los factores del desarrollo económico de Grecia en este período.
Los siglos V y IV a.C. corresponden al apogeo de las grandes ciudades-estado independientes, entre las que destacan las polis de Atenas y Esparta.
La diferencia de intereses económicos y políticos mantenía separadas a las ciudades. Luchaban entre sí, en el afán de conseguir lejanos mercados o de abastecerse de cereales, o bien formaban alianzas rivales para alcanzar el dominio del mar.
Fue así como cada uno de estos grandes estados (Esparta y Atenas) absorbió a sus débiles vecinos en una liga o confederación dirigida bajo su control. Esparta, estado militarizado y aristocrático, estableció su poder a base de conquistas y gobernó sus estados súbditos con un control muy estricto. La unificación del Ática, por el contrario, se realizó de forma pacífica y de mutuo acuerdo bajo la dirección de Atenas.
La Grecia Antigua dejó un espíritu encendido en el convencimiento de que el hombre es un ser libre y en verdad sublime. Para los griegos, todas las cosas de la vida debían disfrutarse con moderación. Aprendieron a mantener sus cuerpos tan sanos como sus mentes, a poner orden en el desorden y a vivir en armonía con sus conciudadanos.
Los griegos tenían igual respeto por el valor mental como por el físico, puesto que creían que la vida ideal era la que transcurría en pos de conseguir la excelencia en todas las cosas. Un hombre completo debía ser igualmente activo como atleta, filósofo, juez, poeta o cualquier otro empeño de valor. El filósofo Sócrates trabajó un tiempo como aprendiz de escultor; Sófocles no sólo actuó como general sino que en distintas ocasiones fue tesorero del Estado, diplomático y sacerdote.
Al principio del período, los griegos se unieron para derrotar a los temidos persas (conocidos también como medos) en las llamadas guerras médicas. Tras la victoria, Atenas se convirtió en la potencia hegemónica de la Liga de Delos, alianza que se había formado para defenderse de los persas. En política interior los atenienses consolidaron el sistema político conocido con el nombre de democracia, gobierno del pueblo, y en política exterior se convirtieron en la gran potencia político-militar de la Hélade, lo que les acarreó gran número de enemigos. Este periodo es denominado como la Edad de Oro de Atenas, o Siglo de Pericles, en honor al gobernante que llevó a Atenas a su máximo esplendor.
Durante el mandato de Pericles se construyeron el Partenón, el Erecteion y otros grandes edificios. El teatro griego alcanzó su máxima expresión con las obras trágicas de autores como Esquilo, Sófocles y Eurípides, y el autor de comedias Aristófanes. Tucídides y Heródoto fueron famosos historiadores, y el filósofo Sócrates fue otra figura de la Atenas de Pericles quien hizo de la ciudad un centro artístico y cultural sin rival.
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