Diseño y reforma social.
En la primera mitad del siglo XIX tuvo lugar, a través de la Rev.
Industrial , un cambio que transformó todos los ámbitos de la vida humana en
una medida desconocida hasta entonces. Tanto la conciencia creciente de la
burguesía frente a la nobleza reinante, como una oleada de nuevos inventos
llevaron ya desde el siglo XVII a una reestructuración paulatina de la sociedad
y del mundo laboral. Cuando en 1783 James Watt desarrolló por primera vez una Maquina de vapor que funcionaba, poniendo así
a disposición una fuente de energía para la propulsión de máquinas,
independiente del entorno natural, es éste el paso decisivo a la
industrialización. Ésta se inició a principios del siglo XIX desde Inglaterra y
arrastró hasta 1850 también los otros países pudientes de Europa.
Las posibilidades de la fabricación industrial para la construcción de
muebles fueron rápidamente descubiertas por el carpintero de muebles Michael
Thonet. Desde aproximadamente 1836 se impulsó una racionalización consecuente
de los procesos de fabricación de sus muebles y en 1856 fundó la primera
fábrica en la cual se fabricaron muebles a escala industrial. Thonet logró este
procedimiento sobre todo perfeccionando la Técnica de curvado de la madera que permite flexionar formas complejas
tridimensionales de madera maciza, en vez de tallarla según los métodos
tradicionales de la artesanía. Hasta su muerte, Thonet construyó una empresa
que por su organización económica en todos los ámbitos llegó a ser el modelo a
seguir de numerosas fundaciones de empresas. La marca distintiva de la
industria del mueble resultó ser además la transición de trabajos por encargo
hacia la producción de un surtido de articulos y el hecho de que a partir de
entonces una gran parte de los procesos de fabricación pudieran ser realizados
por trabajadores en cadena sin formación en vez de por artesanos formados.
También el desarrollo rápido de la industria metalúrgica que desde los
inicios de la revolución industrial fue un motor del progreso, tuvo sus efectos
sobre la construcción del mueble. A causa de su resistencia a la intemperie se
construyeron sillas de jardín en hierro fundido.
El mundo artístico-académico fue marcado en la segunda mitad del siglo
XIX por un eclecticismo estilístico.
Muchos pintores, escultores y arquitectos imploraron, reaccionando a
las evoluciones explosivas en los campos de la industria y la técnica, a
recobrar estilos académicos e históricos que citaron y combinaron
deliberadamente. También de este movimiento del historicismo nació una rama
importante de la industria del mueble, que componía los muebles decorados con
abundancia de piezas sueltas previamente torneadas.
El Movimiento Art and Crafts con su representante principal William
Morris en cambio, buscó dentro del renacimiento de la artesanía una alternativa
a los productos de masa anónimos, fabricados por industrias y fabricó productos
de alta calidad, hechos según los métodos tradicionales de la artesanía. El
abismo entre el uso y el rechazo de medios modernos de diseño también se hizo
visible en el Jugendstil o en el Art
Noveau . Artistas como Van de Velde se
inspiraron para sus obras de arquitectura, gráfica o artesanía de un lado por
formas orgánicas, curvadas, por temas japoneses y africanos, de otro lado por
las construcciones modernas de acero de las fábricas o de la torre Eiffel.
Un ideal de aquellos movimientos del fin de siglo que adoptaron una
postura crítica frente a la industrialización fue la obra de arte integra. El
objetivo fue que la arquitectura, la pintura, las artes plásticas y las artes
aplicadas se disolvieran en ella y lograran superar la alienación entre el
entorno anónimo y el ser humano.
En los EEUU la aplicación de las nuevas posibilidades técnicas se vio
enfrentada con menos tradiciones que en Europa.
La Revolución Industrial, que
comenzó en el siglo XVIII, hizo que se pasara de la producción individual a la
división del trabajo en las fábricas. Para los obreros, las condiciones de
trabajo eran peligrosas y sucias, y no fomentaban ningún sentimiento de orgullo
por el trabajo realizado. Se producían muebles, cuberterías y textiles,
destinados a atraer a una nueva clase media urbana que mostraba un gran interés
por este tipo de productos y por otros más baratos. En el siglo XIX, una serie
de críticos y reformadores eminentes, como los británicos John Ruskin o William
Morris, encontraron vínculos claros entre los sistemas industriales de
fabricación y la pobreza de relaciones entre la sociedad y sus objetos
cotidianos, caracterizados por la impersonalidad de las máquinas que los
generan. La Gran Exposición celebrada en el Hyde Park londinense en 1851 sirve
con frecuencia para ilustrar este debate porque presentó una gran variedad de
objetos y máquinas de muchos países entre los que predominaban las recreaciones
históricas carentes de espíritu, y tan ajenas a la lógica industrial como
próximas al decadente gusto burgués. Entre los reformadores británicos y del
resto de Europa se creía cada vez más que el diseño para la industria era una
preocupación social fundamental, una cuestión de política nacional y de
educación. Esta convicción caracteriza el debate del “diseño para la industria”
que tuvo lugar a finales del siglo XIX y principios del XX.
El establecimiento de escuelas de diseño, como la Central School of
Arts and Crafts, fundada en 1896, fue uno de los primeros intentos de
desarrollar una comprensión crítica de los objetos y la arquitectura
En Gran Bretaña y los demás países europeos, la Revolución Industrial
probó con claridad el principio de división del trabajo. Sin embargo, fue en
Estados Unidos donde Henry Ford revolucionó la producción de vehículos con la
introducción y desarrollo de las técnicas de cadena de montaje en el automóvil
Ford T de 1908. Estas técnicas se introdujeron rápidamente en otros ámbitos de
la industria.
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