sábado, 17 de agosto de 2019

La vivienda renacentista y el templo

CASA PALACIO Y TEMPLO DEL RENACIMIENTO

La casa, el palacio y el templo en el renacimiento

En los siglos del XIV al XVI se desarrolla un tipo de casa con patio que tiene sus orígenes más remotos en la vivienda mediterránea basada en el modelo de casa romana y no menos influenciada por el concepto de casa musulmana en la que el patio también adquiere primordial importancia. Las casas no aparecían todavía unas unidas con otras formando alineaciones, la continuidad de éstas se establecía mediante los muros de los huertos de los que cada una estaba dotada, como puede apreciarse en algunas zonas todavía. Esta vivienda urbana aparece agrupada en manzanas cerradas en las que cada casa crea su propio núcleo, su propio germen de ordenación, que es el patio en torno al que gira y se desarrolla toda la vivienda. El patio suele ser cuadrangular, de pequeñas dimensiones, adintelado, con pilares poligonales o columnas sobre las que se apoyan las zapatas.
Posteriormente, en el siglo XVI, aparece el patio renacentista, con galería de arcos de medio punto, más propio de las grandes mansiones.
La vivienda consta generalmente de cantinas, en sótano para ubicar la bodega, y a veces entresuelo para la misma En planta baja se dispone en primer término un zaguán y espacio destinado a caballerizas. En el centro se sitúa el patio y en un segundo cuerpo la cocina, dependencias auxiliares y huerto trasero.
A la planta primera se accede mediante escalera que parte del patio. Todas estas dependencias se ordenan alrededor de la galena de éste.
En el piso superior se sitúan las cámaras bajo cubierta, utilizadas como almacenes, en muchos casos con solana que es un espacio abierto al exterior a modo de mirador orientado hacia el Sur, cuya presencia estuvo relacionada con la existencia muy generalizada de sederos, cordeleros y pañeros que utilizaban esta parte alta para el secado de sus productos.
Esta tipología se desarrolla tanto en grandes palacios como en las casas solariegas.
Palacios renacentistas.

El gusto por la vida más cómoda y fastuosa, así como el mayor culto a la belleza dieron a la construcción de palacios. En el primer renacimiento, la mayoría conserva todavía cierto aire de fortaleza, al predominio del macizo sobre el vano y al muy extendido empleo del almohadillado. Es también Brunelleschi quien crea el nuevo tipo de palacio renacentista con el palacio Pitti, ampliando considerablemente en el siglo XVI. Aunque al prescindir de la torre defensiva de las casas florentinas medievales le de mayor carácter urbano, toma de la arquitectura romana el fuerte paramento almohadillado, recubre con el la fachada y traza en la planta baja las ventanas pequeñas y a gran altura. El aspecto de fortaleza aparece mucho mas moderado en el palacio de los Médicis, proyectado por Michelozzo. En él el almohadillado domina solo la planta baja; en el primer piso vemos una sillería de juntas rehundidas, y en el segundo la superficie es lisa. Las ventanas de la planta baja fueron incorporadas posteriormente. En el segundo renacimiento el palacio pierde totalmente el aspecto de fortaleza. Como en el Quatrocento encontramos cornisas que dividen horizontalmente la fachada y una cornisa final, de mayores dimensiones, muchas veces coronada por un ático o una balaustrada ornamentada con estatuas que oculta la cubierta
Algunas de las principales familias florentinas, que se habían resistido tenazmente a derruir sus apiñadas viviendas siguiendo las disposiciones de la comuna, estaban construyendo ahora (S. XV) nuevas y espaciosas mansiones llamadas en italiano palazzi. Compraban los edificios vecinos para derribarlos y dejar marcos ideales, o plazuelas, que permitieran contemplar sus nuevas fachadas. Las familias Medici, Pitti y Rucellai encargaron a arquitectos como Brunelleschi, Michelozzo y Rossellino la construcción o renovación de sus palacios.
El palacio Medici fue la primera mansión privada a gran escala del siglo XV. Fue encargada a Brunelleschi por Cosimo de Medici hacia 1434, pero fue construido al final por Michelozzo en 1444. La tradición cuenta que Brunelleschi, que se había convertido en un amigo íntimo de Cosimo, estaba encantado con el encargo y realizó el plano de un palacio tan lujoso y magnífico que despertó temores en la prudente mentalidad comercial de Cosimo. Cosimo, el silencioso manipulador de la política florentina, tanto para fines buenos y pacíficos, como en beneficio de los Medici, no quería provocar la envidia de las demás familias poderosas. La mayoría de ellas ya le odiaban suficiente por haber ocupado su lugar en la política florentina.
El palacio construido finalmente por Michelozzo, alumno de Brunelleschi, fue con su primitiva fachada de cinco intercolumnios, una bella e impresionante mansión urbana. Lo que hoy puede verse en Florencia, el Palacio Medici-Riccardi, es un edificio muy ampliado por los añadidos de los Riccardi. Sin embargo, si lo comparamos con el último palacio construido durante el siglo anterior, el Davanzati, notamos en seguida la expresión de un modo de vida distinto. Los palacios estaban habitados generalmente por comerciantes acomodados que vivían encima del local de su establecimiento, y por tanto los edificios tenían que servir a la vez de almacén, oficina y vivienda. La fachada del palacio Davanzati está dividida en cuatro pisos; el piso inferior, sin duda el almacén, presenta el aspecto de una fortificación, con grandes y robustas puertas y pequeñas ventanas en lo alto. Este tipo de casas, y los edificios públicos erigidos en el mismo siglo, tenían incluso un pozo dentro de sus fuertes muros, para que la familia, en caso de motín, estuviese protegida y fuese autosuficiente durante algunos días. Pero incluso los pisos de arriba, reservados para el uso de la familia, presentan un aspecto mas bien severo y hostil. La serie de arcos que enmarcan las ventanas es armónica y bella, sin embargo la fachada no se abre al exterior con la progresiva intermediación de espacios típica de los edificios de Brunelleschi. Fortificada y autosuficiente no se atreve a sonreír a los transeúntes.
El Palacio Medici habla un lenguaje distinto. La casa y despacho del rico comerciante da la bienvenida al visitante. Los cinco arcos de la planta baja estaban todos abiertos, lo cual permitía echar una ojeada a la simetría interna del patio; más tarde Michelangelo convirtió los de las esquinas en arcadas tapiadas con ventanas. Desde el arco central que se dirigía directamente al centro del patio se veía no un pozo, sino una estatua de Judith, obra de Donatello. En el muro exterior y alrededor de toda la casa, la base de la gran planta baja avanza hacia la calle, formando un acogedor banco de piedra. En realidad podemos imaginarnos a Cosimo y a otros miembros de su familia, en aquel primer periodo del Renacimiento, aún relativamente frugal, familiar y simple, sentados ahí fuera, disfrutando del sol de la tarde y compartiendo el banco con otros ciudadanos y transeúntes, quizás con un anciano que había trabajado en su juventud en los comercios de ropa florentinos.
Este mismo elemento del banco al sol, en este caso elevado de categoría por un elegante respaldo de dibujo romboidal, puede verse en otro palacio florentino, el Rucellai, comenzado en 1446 por León Battista Alberti. Alberti, cuya familia había sido exiliada de Florencia en el siglo XIV, fue secretario del Papa en Roma. Era un humanista que ejercía también de pintor, escultor y arquitecto; un autor que supo traducir su obra artística en textos escritos, convirtiéndose en un hombre clave para explicar la teoría artística del Renacimiento.
En el Palacio Rucellai de Alberti se aplicaron por vez primera formas clásicas a una fachada de palacio. La división tradicional del edificio en franjas horizontales que corresponden a las diferentes plantas, subrayadas por cornisas que acentúan la robustez de la fachada, está interrumpida aquí por un sistema vertical de pilastras de órdenes clásicos; las primeras son dóricas y van seguidas por dos tipos de corintias. La fachada estaba inspirada probablemente en el Coliseo romano. Estas pilastras, además de proporcionar al edificio un impulso vertical, crean una magnifica malla que parece sostener la fachada con mano firme. La base de las pilastras, además de aumentar el tamaño de la planta baja, forma el respaldo de un noble banco al sol.
Sin embargo, la fachada de Alberti ha quedado como un ejemplo aislado. Otros palacios retornaron al tipo más tradicional marcado por las franjas horizontales que permitían un mayor juego para una futura ampliación. El Palacio Pitti, por ejemplo, construido para Luca Pitti en 1458, quizás según un diseño de Brunelleschi, estaba proyectado en principio con solamente siete intercolumnios. Finalmente, cuando en el siglo XVI se convirtió en la residencia de los Medici, los grandes duques de Toscana, se amplió hasta tener los once intercolumnios actuales.
La importancia del Palacio Pitti de Filippo Brunelleschi es que en él el autor establece el modelo renacentista de palacio que fue ampliamente seguido por sus discípulos, como ocurre en el caso del Palacio Médici- Ricardi, obra de Michelozzo di Bartolomeo. El aspecto externo es casi de una fortaleza. Tiene planta en cuadrilátero en que las dependencias se construyen en torno a un patio. Muestra una tendencia a la horizontalidad mediante una superposición de tres pisos o cuerpos. El muro está muy articulado mediante balaustradas. Se emplean para los muros sillares almohadillados, que va siendo más plano a mediad que se gana altura. Los vano con arco de medio punto constituido por dovelas almohadilladas. Las ventanas llevan frontón.
Por vez primera desde la era clásica de Grecia y Roma, el espacio y los edificios se proyectaban y medían para acoplarse a las necesidades del hombre. Fueron concebidos para el homo liber, el hombre libre de la ciudad-Estado que se ocupaba de sus actividades comerciales, religiosas y sociales, orgulloso de su magnificencia tanto privada como cívica.
El arte y la arquitectura de estos primeros cincuenta años del siglo XV en Florencia reflejaban las ideas y los objetivos de la sociedad. Ya no se construyen catedrales sobrehumanas y agujas que se alzan hacia el cielo cada vez a mayor altura, ni están aquí los heroicos y almenados castillos caballerescos. En su lugar hay ,el espacio geométrico y plano de una plaza urbana, con pórticos abiertos al sol y a las miradas de los transeúntes. Hay lugares de paso para las procesiones, las reuniones y las actividades sociales. La catedral extiende su espacio protector sobre una comunidad de individuos libres.
Finalmente podemos decir que la tipología de palacio de imponente fachada y patio centralizador porticado es el elemento civil dominante en el siglo XVI.
A lo largo del siglo XVII, los palacios se reproducen tanto en volumen como en detalles de fachada, siguiendo modelos del siglo anterior.
En el siglo XVIII se da paso a un palacio que contrae su dimensión y se transforma, hasta que, a lo largo del siglo XIX y principios del XX, acabará siendo una gran mansión urbana.

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