sábado, 17 de agosto de 2019

LEONARDO ARTISTA Y GENIO

La rodela de Leonardo

Leonardo quería entender la naturaleza para imitarla; pero imitarla no copiando las formas exteriores, sino reproduciendo sus actos generativos que hacen germinar sus obras desde dentro; quería entenderla analizándola e imitarla creando; lo primero es ciencia, lo segundo arte; y ambos, en Leonardo, una y la misma cosa. Unidos indisolublemente, ciencia y arte forman el método de conocimiento generativo: entender para crear, componer conociendo.
Un día , hacia 1513, el jardinero del Belvedere encontró un monstruoso lagarto cuyas alas vibraban ominosamente; la extraña criatura era obra de Leonardo, amante de la mistificación, que se complacía en crear formas que compitieran con la naturaleza. De joven su padre le había pedido que decorara una rodela traída por un colono.
Un día, cuenta Vasari, tomó Leonardo en sus manos aquella rodela y viéndola torcida, mal trabajada y tosca, la enderezó con el fuego y la entregó después a un tornero para que la hiciera lisa y delicada; después la enyesó y preparó a su manera y comenzó a pensar qué podría pintar en ella para que asustara a quien la mirase de frente de modo que produjese el mismo efecto que la antigua cabeza de Medusa. A este efecto llevó Leonardo a una estancia donde no entraba sino él, salamanquesas, lagartos, grillos, serpientes, mariposas, langostas, lechuzas y otras extrañas especies de animales semejantes, de la multitud de los cuales, variamente combinada, sacó un engendro horrible y espantoso, el cual pintó de tal modo que parecía envenenar y abrasar el aire con su aliento; salía de una roca oscura y quebrada, echando veneno por las fauces abiertas, fuego por los ojos y humo por la nariz, de modo que parecía cosa monstruosa y horrible, y pasó tanto tiempo en completar aquella obra, que el hedor de los animales muertos era insoportable en la estancia, pero Leonardo no lo sentía por el grande amor que ponía en su arte.
Acabada la obra, que ya no le pedían el campesino ni su padre, Leonardo dijo a éste que podía mandar cuando quisiese a buscar la rodela, pues, por su parte, la consideraba terminada. Fue, pues, messer Piero una mañana a dicha estancia por la rodela; llamó a la puerta y Leonardo, sin abrirle, díjole que aguardase un poco, y volviendo a la habitación colocó la rodela a la luz, sobre un caballete, y dispuso la ventana de modo que diese la luz deslumbradora; después hizo pasar a su padre. Messer Piero, al ver la rodela de pronto y no esperándose aquello, se sobresaltó, no creyendo que fuese rodela, ni siquiera que estuviese pintada aquella figuración que veía; y se dispuso a huir cuando Leonardo le contuvo diciéndole:
Esta obra sirve para lo que ha sido  hecha; tomadla, pues, y llevadla, pues tal es el fin que debe esperarse de toda obra.


En estas bromas, como en todas las cosas hechas por placer, se perciben, en estado puro, los propósitos más profundos, las intenciones semiinconscientes del espíritu creador; ellas revelan el deseo de Lenoardo por trascender y borrar las limitaciones de la naturaleza, combinando aspectos de diferentes seres en una unidad orgánica nueva. Su actitud hacia la naturaleza no es de discípulo, sino de competidor. Su propósito no es estudiar para copiar, sino transformar y crear de nuevo, siguiendo los dictados de su imaginación. "Las cosas naturales son finitas, pero las obras que el ojo puede ordenar de la mano son infinitas".

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